jueves, 9 de septiembre de 2010

El último monarquicano.

         Aún sigo dándole vueltas a la noticia que leí días pasados en la prensa, mientras disfrutaba de unos días de vacaciones frente al mar. Porque uno, no sólo lee novelas en la playa, no. De vez en cuando cojo algún periódico y le doy una rápida lectura con objeto de no estar muy desconectado del mundo.

         Y en esas estaba, terminando de leer una trilogía sobre Escipión El Africano (2.300 páginas), cuando decidí dejar el libro y pasar a la prensa.

         Leyendo supe que SAR los Príncipes de Asturias  (en adelante SAR) habían decidido constituir una fundación con la herencia recibida de un ciudadano que tuvo a bien legarles a ellos su fortuna, que seguro que sabrán hacer mejor uso que cualquier otra institución de caridad, beneficiencia o ayuda.

         Según la noticia, dicho ciudadano legó su fortuna, unos 6 millones de euros a SAR para que éstos constituyeran una fundación de interés general. Y dicho y hecho. Una vez liquidados los impuestos pertinentes, a SAR  les sobraron unos 4 milloncetes que han dedicado a la constitución de una Fundación de interés general.

El objetivo de dicha Fundación es el estudio y el apoyo a la institución monárquica, tanto en España como en el extranjero, así como su fomento a través de las ciencias y las artes.

         Manda trillos, que diría el otro.  ¿Eso es de interés general, o es particular pero que muy muy particular?

         Y que digo yo, que muy mal deben intuir su futuro para  tener que crear una Fundación de apoyo; porque no nos engañemos, en este país la gente es más juancarlista que monárquica. No podemos olvidar el papel desempeñado por el Rey en la consecución del actual régimen de libertades y democracia, pero tampoco podemos olvidar que no sólo el mérito es suyo.
        
         Y Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias también lo saben. De ahí la Fundación.

         Porque la monarquía, sea esta nuestra o cualquier otra, es una institución más propia de tiempos pasados que del siglo XXI, una institución llena de príncipes y princesas que quedan muy requetebién en el Hola! , mostrándonos sus fiestas, fastos y lindezas varias muy apropiadas en los tiempos de crisis que nos azotan y asolan.

         Claro que como dijo el torero, “hay gente pa tó” y habrá quien me diga que la institución monárquica es garantía de estabilidad, prestigio exterior, etc, etc... Ya. Que le digan eso a USA, Alemania o Francia.

         Y en estas reflexiones andaba cuando preferí no seguir leyendo más el periódico porque ya había tenido bastante. Volví a retomar el libro gordo de Escipión y volví a su lectura justo por un capítulo en el que el Senado de Roma debatía sobre la conveniencia o no de una monarquía. Casualidades.

         Sé , bien que sé, que este artículo no es todo lo políticamente correcto que algunos desearían; son las reflexiones de un ciudadano que monárquico, lo que se dice monárquico , no lo soy. Dejémoslo en un juancarlista inclinado a lo que en tiempos de Escipión denominaban “res pública”.

En definitiva soy lo que podríamos denominar un monarquicano. Ojalá que no sea  el último.

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