jueves, 20 de octubre de 2011

Almendras amargas

       

  A los lectores habituales de este blog les supongo gente leída, escribida y por tanto instruida afortunadamente al margen de la actual Logse. Es por ello que doy por sentado que todos y todas y cada uno y una de ellos y ellas sin excepción (excepciona para Bibiana) han leído el magnífico libro de Hellas S. Hasse  titulado “Un gusto a almendras amargas”.

              Y no me digan que no lo han leído porque no me lo podría creer. Prefiero pensar que su modestia le impide reconocer que sí lo han hecho.

              Dicho esto, vamos al asunto.
              La novela se sitúa en  el año 417 d.C., bajo el primer gobierno de Honorio, el primer emperador romano de Occidente, cuya subida al trono marcó la división definitiva del Imperio. Mediante el enfrentamiento entre el magistrado Adriano y el poeta proscrito Claudio Claudiano, se recrea una época de decadencia del Imperio, sometido a la presión de los bárbaros, al tiempo que expone el enfrentamiento entre el poder del Estado y la libertad individual.

              Cualquier parecido con la realidad actual es mera y pura coincidencia.

              Yo la leí hace más de 20 años, que ya sabemos que son nada. La leí cuando el insigne José Luis, zapatero remendón en sus ratos libres, no era ni tan siquiera el proyecto de “político-Atila” en el que se convirtió con el devenir del tiempo. (Un político-Atila es aquel que por donde pasa, arrasa, vamos que lo deja todo para el arrastre).

              Y ustedes se estarán preguntando que qué tiene que ver el Insuperable Rodríguez con esto de las almendras amargas. A saber:
            En una entrevista de hace no mucho tiempo, el susodicho personaje dijo que siempre está comiendo almendras y que las lleva en los bolsillos de la chaqueta. Dice que son energéticas. (Si no me creen busquen en guguel, busquen)

              Que ya me imagino yo cómo deben estar esos bolsillos y las broncas que debe tener con Sonsoles.  “José Luis, me traes los bolsillos hechos un asquito”, le debe decir ella.  Cantando, pero se lo dice.

Pues con la energía que dan las almendras, el remendón Rodríguez se marcha a su León natal, a vivir de las rentas y si os he visto, no me acuerdo, que las almendras no avivan la memoria.

Y aunque sus hagiógrafos (esta palabra no la enseñan en la Logse) hablen de él como un gran estadista, lo cierto y verdad es que gran parte de lo que nos está pasando es culpa suya, de su empecinamiento en no reconocer la situación que todos veían venir.

Porque lo cierto y verdad, repito, es la situación que estamos padeciendo. Y nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

Suerte, eso es lo que tiene , suerte de ser español y no islandés, porque allí en Islandia se ha procesado al Primer Ministro por su responsabilidad en la crisis.

Suerte, vaya si tiene suerte. Toda la vida comiendo almendras y la amarga nos ha tocado a los demás.
 Y esas, nos las estamos comiendo los españolitos.
 Maldita suerte la nuestra.