Eluana se muere, poco a poco, en una lenta agonía.
Tras diecisiete años en coma, han decido, a petición del padre, retirarle la alimentación. Y que muera cuando el cuerpo ya no aguante más.
Eluana se muere, poco a poco, y para evitar espasmos y convulsiones, la han sedado.
Y también han sedado las conciencias de los que siempre han levantado su voz contra la pena de muerte. No a la inyección letal, pero sí a una muerte lenta y atroz.
No oigo las voces de los pancarteros, bardenianos, progresistas de nuevo cuño, iluminados de la sanidad...
No oigo las voces de los que predican el derecho a una muerte digna.
Una vez más, han optado por el silencio.
Por el silencio de los corderos, es decir , el de los cobardes.
Tras diecisiete años en coma, han decido, a petición del padre, retirarle la alimentación. Y que muera cuando el cuerpo ya no aguante más.
Eluana se muere, poco a poco, y para evitar espasmos y convulsiones, la han sedado.
Y también han sedado las conciencias de los que siempre han levantado su voz contra la pena de muerte. No a la inyección letal, pero sí a una muerte lenta y atroz.
No oigo las voces de los pancarteros, bardenianos, progresistas de nuevo cuño, iluminados de la sanidad...
No oigo las voces de los que predican el derecho a una muerte digna.
Una vez más, han optado por el silencio.
Por el silencio de los corderos, es decir , el de los cobardes.